26 de febrero de 2019

Mr. Milagro, por Tom King y Mitch Gerads

Bonito reloj que me he hecho...



Título: Mr. Milagro
Guionista: Tom King.
Dibujo: Mitch Gerads.
Números: 12.
Páginas por número: 24.
Precio: 1,95€ (cada uno).
Editorial:  ECC







Desde que hicimos nuestro podcast sobre Tom King tenía ganas de ponerme al día con esta colección, pero siempre iba tarde, llegó el final y todavía no me había puesto al día. Sin embargo, aprovechando la visita a la Heroes Comic Con de Valencia (de la que ya tendréis más noticias), ha sido imposible resistirse al stand de ECC, en el que todos los números estaban ordenaditos. Pero bueno, voy a ver si atino a decir de qué va esta movida.

Scott Free es Mr. Milagro, maestro escapista y uno de los Nuevos Dioses del Cuarto Mundo. Capaz de escapar de cualquier situación, organiza espectáculos en los que demuestra sus habilidades y está felizmente casado con Big Barda. Todo le va razonablemente bien, dentro de que la amenaza de Darkseid está siempre presente, pero un día decide suicidarse. Según él, porque trataba de escapar a la propia vida. ¿Lo conseguirá? Darkseid es.

Creo que, como todo el mundo, al empezar a leer Mr. Milagro, y me refiero al llevar ya 2 o 3 números, no tenía ni idea de a qué me estaba enfrentando. No es ya que no lo entendiese, que por supuesto que no, sino que no sabía si estaba ante una maravilla absoluta o ante una estafa gordísima que no llevaba a ninguna parte. Y, sin embargo, ya entonces me quedé enganchado. Matizo que me ayudó mucho el hecho de que estuviese preparando aquel podcast y que soy particularmente tolerante con los experimentos y las rarezas narrativas. Porque el principio está lleno de esto, con constantes digresiones del argumento y elementos aparentemente inexplicables que pueden resultar desconcertantes. No se puede culpar a quien abandona la serie por no entender nada y no tener paciencia con este inicio tan extraño, aunque particularmente creo que sigue siendo un inicio muy bien ejecutado y necesario para lo que viene después.

Porque a partir del número cuatro, con el juicio a Scott Free, siento que la historia se estabiliza más, ya se comienza a narrar un nudo mucho más perceptible y hay menos elementos que puedan ser distrayentes, aunque nunca desaparecen del todo y, por supuesto, el tono experimental establecido sigue ahí. Ahora bien, el rasgo que aquí se asienta mucho más y del que Tom King ha demostrado ya antes ser maestro es lo bien que funcionan sus números individuales, combinando una gran planificación a lo largo de la serie con un planteamiento bien pensado para cada número. Cada una de estas grapas es una gran historia de por sí, aparte de la macrohistoria que se cuenta finalmente, y cuenta con hitos muy destacables y muy bien definidos.
Aparte, por supuesto, hay otras cosas que son una delicia y que hacen que la historia enganche incluso cuando pierdes pie y no sabes lo que te están contando. Por ejemplo, los grandes diálogos o los constantes homenajes, que se dan sobre todo a Jack Kirby, aunque también tengamos a ese sosias de Stan Lee que es el divertidísimo Funky. Es verdad que me habría gustado más personalmente que hubiese sido menos obvio que este personaje es Stan Lee, algo de lo que supongo que tenemos que culpar al hecho de que "excelsior" no sea una marca registrada. Pero incluso esa falta de pudor a la hora de ocultar de quién estamos hablando nos regala momentos maravillosos, como esa maravillosa revisión de la primera llegada de Galactus.

Otro elemento que te hace continuar independientemente del sentido que esto pueda o no tener es el dibujo de Mitch Gerads. La combinación de homenaje al universo gráfico de Kirby con la distorsión artificiosa del mismo es justo lo que necesitaba este cómic que se suspende fuera del tiempo. Su experimentación acompaña a la de King a la perfección y no se podría entender sin ella. Eso sin mencionar la enorme paciencia que ha tenido el cabrón al estar dibujando tres tiras de tres viñetas durante la práctica totalidad de los doce números. Sólo por eso ya merece un monumento.

Con todos estos elementos acompañándote, es normal que, antes de lo que pienses, hayas llegado al último capítulo. Y no sería raro que, como hicie yo, lo leyeses todo para apuntalar la interpretación que le has dado a ese emotivísimo final. Porque todo va de sentimientos, del corazón, porque, como ya se parafrasea aquí a Jack Kirby: "Chaval, los cómics te partirán el corazón" (o "Comics will break your heart, kid"). Es lo que le ocurre a Mr. Milagro. Estar en el cómic le ha partido el corazón. Por eso el suicidio inicial, por estar insertado en una escalada sin sentido de violencia que son las guerras contra Darkseid. Por estar atrapado en este 3x3 de cada página. Al principio, cree que la muerte es el escape final que está buscando. Por eso el personaje tenía que ser Mr. Milagro, maestro escapista, porque trata de escapar del eterno retorno de los cómics, ése en el que están atrapados personajes ya casi centenarios, condenados a repetir sus historias. Un eterno retorno que, al final, es analogable al de la rutina de la vida de cualquiera, pero con un patrón mucho más machacón que este cómic trata de explorar si es posible romper.

Al fin y al cabo, es de lo mismo que trata La broma asesina. Es verdad, La broma asesina va en varias direcciones, como también va esta miniserie, pero realmente lo más profundo y más intersante en ambas obras, de todas las capas que contienen, me parece este concepto. Al observar el cómic corto de Moore y Bolland, vemos que empieza y termina con círculos en la lluvia, que al final simbolizan el círculo de violencia y de enfrentamientos en que se encuentran Batman y el Joker. Círculos cuya ruptura también trata de explorarse a través del chiste final del Joker, en un cómic que también tiene unas altas dosis de homenaje a la historia de los personajes al tiempo que de replantearse si hay que seguir esa historia por donde se ha hecho siempre hasta el momento.

Sin embargo, Alan Moore al explorar este mismo tema es muy pesimista. En un momento vital en el que está a punto de producirse su salida de DC, cree que no se puede romper este eterno retorno desde el mundo de los superhéroes y se lamenta por ello. Por otro lado, aunque con una socarronería que a veces deriva en humor negro, Tom King es positivo al respecto. Para él este eterno retorno no lo es del todo, o al menos es posible cambiar la aproximación al mismo. También es verdad que el momento en su carrera es totalmente opuesto, ya que King está en un idilio con DC, y, al mismo tiempo, esta exploración de lo que se puede o no romper con el cómic tradicional la está haciendo con los Nuevos Dioses de Jack Kirby, personajes que nadie quiere o se atreve a usar. No estamos hablando de los tótems que suponen Batman y el Joker. Así que digamos que, en esta ficticia discusión entre Moore y King, ninguno de los dos tendría totalmente la razón ni estaría totalmente equivocado en sus conclusiones.

Esta exploración positiva del tema tiene mucho que ver con cómo se resuelve un dilema final que es un spoiler rotundo, así que lo vas a tener que leer subrayando. Porque al final, Mr. Milagro debe decidir si entrega a su bebé para acabar con la guerra de forma definitiva o si quiere seguir en una batalla constante. Pero, ¿siquiera entregando al niño puede luchar contra ese eterno retorno? ¿Qué le garantiza que cualquiera de las dos opciones no acabe igual? Al final, se decanta por el sentimiento, por el corazón, y toma una decisión muy similar a la de Neo en Matrix Revolutions ante un dilema parecido, aunque tomando una decisión mucho más intermedia. Con ella, cree que ha conseguido terminar con ese bucle imposible y al tiempo conservar lo que ama, tal y como se ve en el penúltimo número. Y bien, ¿lo ha hecho?

¿Ha escapado?

La respuesta es la misma que en el primer número, cuando intenta salir de ese bucle con su suicidio. Entonces no lo consigue porque Barda le ha ayudado a salir. Y no sólo le salva la vida, sino que le da un sentido. Le da una familia y le da amor más allá de toda medida. Sin embargo, los cómics están hechos para partir el corazón. Tiene que existir esa violencia sin sentido, como se encarga de demostrar uno de los fantasmas que visita a Mr. Milagro en el último número.

"Si todo es bonito y fácil, igual que ahora todo es bonito y fácil, es como si estuvieras muerto"
-Orión sigue siendo un petardo hasta el final.

Por eso el final tiene que llegar en ese mismo número, porque todo es bonito y fácil. Al mismo tiempo, no es un verdadero final, porque la guerra continúa. Aunque acaso ya no es la misma guerra. Y es que, cuando Scott mira la cara de su hijo y se ve reflejado en todos los padres e hijos que ha habido en la historia, también se están mirando Tom King y Jack Kirby, reflejados en todos los creadores que ha habido nunca y que siempre se aproximarán a los superhéroes, rompiendo nuevos corazones una y otra vez y repitiendo historias de violencia sin sentido. Es un círculo condenado a perpetuarse por una industria mecanizada e imposible de detener pero, ¿es que hace falta detenerla?

Aquí es cuando King se pone positivo y nos dice que no. No, mientras los nuevos creadores se aproximen con amor al medio y al género que tuvieron sus predecesores. Con ese mismo amor inconmensurable con el que se ven Big Barda y Mr. Milagro. Así que no, ni siquiera Mr. Milagro ha escapado. Sigue en la misma rutina. Al terminar el cómic, la página sigue dividida en ese 3x3 que, de alguna forma, le aprisiona. Podría haber escapado, por ejemplo con su muerte, como se lamenta ante Oberón en el último número, porque al fin y al cabo es un escapista nato y, de alguna forma, se siente frustrado por no haberlo hecho. Pero su familia, y el amor del que disfrutan, hace que la palabra "rutina" no tenga connotaciones negativas. A su manera, es una forma de escapar del sinsentido y de la violencia. "Darkseid es", dice todo el mundo todo el rato, pero, en la última página de esta puta maravilla, Scott Free responde: "Ya, ya lo sé, pero... nosotros también".



PUNTUACIÓN:
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